Artículo original de: El Debate
Por Antonio Bascones es presidente de la Real Academia de Doctores de España
Cuando creemos que lo hemos visto todo aparece de improviso, como si por generación espontánea fuera, la destrucción, el cataclismo con el menoscabo de la dignidad y de la vida. El deterioro de las relaciones humanas ha llegado a su cénit. Más es imposible. Hemos sembrado semillas de críticas, enfrentamientos y desamores que hace que la cosecha que estamos recogiendo sea odio y desmoronamiento de valores que deben ser el armazón sobre el que se sustenta una sociedad.
Vayamos por donde vayamos, la enemistad es lo que impera. Las personas, los partidos, los países presentan una animosidad que se traduce por hostilidades continuas cundo no muertes y estragos. En los últimos tiempos Cataluña y los terroristas, de Hamas y de otros grupos, salvando las distancias, muestran su odio a los que no piensan como ellos. Por supuesto no quiero meterlos a ambos en el mismo saco, pero si en el origen de los conflictos sazonados por el odio y el enfrentamiento. Unos socavando, cuando no destruyendo la Constitución, y los otros, con las armas sembrando el terror y la muerte allá donde van. Si los primeros con sus actitudes atentan contra las normas establecidas en el parlamento, en las calles, en los lugares de concentración, los segundos con los ataques indiscriminados a la población. Todo es fruto del odio y todo es consecuencia de la pérdida de valores morales y de educación. Nada se comprende fuera de estos parámetros que deben restringir nuestra actuación. La inquina que demuestran ciertos hechos no tiene parangón con nada.
En Cataluña se ha perdido el amor. Las familias, los amigos, las parejas enfrentadas por convicciones opuestas. El rencor que algunos presentan supera los márgenes de la convivencia y no se justifica solo por sentimientos ancestrales. Hay algo más en este desafecto que socava el alma y el sentimiento. Nada hay más destructivo que la saña con la que algunos se relacionan, comenta y actúan. Y lo que es peor, este ensañamiento lo que ocasiona es una depravación moral que quebranta la moral y los buenos sentimientos. Esto ha sucedido a lo largo de la historia. Recordemos cómo actuó la Alemania hitleriana. Una destrucción que no era solo para la vida de las personas, sino también para su dignidad y respeto. En las calles, se veían los asesinatos, las detenciones indiscriminadas y todo esto acababa con la muerte y la quema de libros. Se ensañaban con todo y con todos, como si estos tuvieran la culpa del odio que anidaba en sus corazones. Sus miserias se traducían en toda clase de vejaciones, al igual que lo que ocurre, hoy día, en muchos lugares de nuestra geografía. Hay pueblos que no se pueden pisar, pues todo lo que crece en sus calles y casas es rabia para los que no piensen como ellos y no actúen de acuerdo a sus pensamientos e ideas. De esta manera, la convivencia es asfixiante, la libertad no existe y la caterva de matones campa a sus anchas, sin respetar otras ideas que no comulguen con sus odios y complejos.
Y mientras escribo estas palabras, las declaraciones de los partidos superan todo lo imaginable. Algunos se dedican a blanquear a la ETA y a justificar a Hamas. Son grupos de enfermos. La enfermedad anida en su cabeza. No son capaces de reconocer los crímenes, los asesinatos que se están llevando a cabo, mientras ellos hablan y hablan, argumentan y fundamentan hechos execrables que ponen los pelos de punta a cualquier persona normal. Pero ellos no son normales, el odio los carcome, los revuelve las entrañas. El sufrimiento de otros grupos, de otros países no va con ellos. Han perdido el rumbo pues la enfermedad que tienen hace que defiendan el mal, el asesinato y los crímenes. Si esto no es de personas enfermas es que ya no existe el bien y el mal. Todo se ha confundido de una manera consciente para alterar la realidad y cambiar la historia de los acontecimientos. Tiempos recios nos envuelven.