Artículo original de La Iberia
por Jaume Vives
Los hijos ya no son un don que uno acoge, sino un capricho que uno exige. Y, claro, de los caprichos uno siempre se acaba cansando. Si el capricho es un perro, se abandona en cualquier descampado cuando empieza el verano. Pero si es un niño, se le ignora como a un perro. Se le da de comer, se le viste, se le paga la peluquería, el cuidador y el colegio, pero no se emplea ni un minuto en educarlo.