Artículo original de: Libertad Digital
Por Agapito Maestre
Una democracia sin democracia es dictadura, o algo peor, un régimen de Excepción totalitaria. En ello estamos. El Rey inauguró algo que nace muerto. ¡Pobre! El papelón de este hombre es para tenerle compasión. Esta legislatura es inviable. Pero no seamos ingenuos. Nadie crea que esto acabará pronto.
El tinglado político no está en vilo. Ojalá. Está asentado sobre una situación de Excepción, sí, pero firme, que pretende, si es que no lo ha conseguido ya, determinar hasta en sus más mínimos detalles el sentido de la vida individual y colectiva. Se ha cargado la autonomía del derecho y la ley (para qué nombrar a las cien asociaciones que han protestado contra el cambalache de la amnistía), y, además, ha hecho rehén al conocimiento, a la sabiduría, y a casi todo los medios de comunicación, de su poder (es bochornoso el silencio de la Universidad contra la carencia de democracia y los lametones de la prensa al poder de Sánchez). Por eso, aunque suene a paradoja, nada más «nacer» la décimo-quinta legislatura del sistema político está a punto de fenecer la democracia, porque ha dado paso a un régimen de Excepción, que nadie debe confundir con el caos que precede al orden. No. La cosa es más grave. El Estado de excepción es la suspensión de todo tipo de orden, empezando por el democrático, y la incorporación del «estado de naturaleza» en la sociedad.
La cosa está muy bien estudiada desde Hobbes y Schmitt. Las diferencias entre la naturaleza y la cultura, entre la violencia y la ley, son, en efecto, mínimas para la situación de excepción. Esa indiferencia entre una y otra es el fundamento de la soberanía de la violencia sanchista, que lo mismo la utiliza contra Israel y a favor de los terroristas de Hamás que para reprimir a los pacíficos manifestantes de Ferraz… Excepción, pues, no es el caos, repito, que precede al orden, sino la suspensión de todo tipo de orden.Seamos, pues, realistas y digámoslo sin tapujos: la democracia en España no existe nada más que como una religión pagana. Se cree en ella como los salvajes en sus tatuajes, el nigromante en la brujería y el cínico político en la amnistía para los golpistas. Nada de nada. Han desaparecido hasta las formas más elementales. Ni siquiera estaban en la apertura de las Cortes los fulleros de Sánchez.
El sistema democrático ha sido sustituido por un Estado de excepción promovido por socialistas, comunistas, separatistas y exterroristas. Es tan de Excepción que hasta las Cortes sobran. Están ahí para «ratificar» lo que se negocia en el extranjero. Esto es, repitámoslo, una «democracia» sin democracia. Lo de la regla aritmética de la mitad más uno, o más siete, ya no es faramalla para ocultar lo obvio. Es un escarnio a los titulares de la soberanía nacional: el pueblo.
Las Cortes son un mero decorado de lo que decide Sánchez con los golpistas catalanes y los exterroristas vascos en cualquier hotel al lado de la sede socialista de Ferraz.Sí. Por desgracia, vivimos una experiencia política única en nuestra historia. Tiene, sin duda alguna, similitudes con otros períodos negros del pasado español, por ejemplo, la Guerra de la Independencia contra Napoleón, la llegada de la Segunda república del 31 y la Guerra Civil del 36… Pero nadie se engañe con erudiciones sobre el pasado para entender el presente; tampoco pierda el tiempo buscando explicaciones originales para entender la muerte de una nación; ni mucho menos haga cábalas intuitivas sobre nuestro futuro.
Todo eso, las especulaciones sobre el pasado, el presente y el futuro de España, desaparece ante la barbarie institucionalizada por un presidente del Gobierno que hace apología del terrorismo de Hamás, en Israel, nombra 22 ministros como podía haber nombrado 50, desprecia a la Oposición y a todos los cuerpos de funcionarios del Estado de derecho democrático. Y no pasa nada. Que qué nos queda. Mucho… Y la calle. Nunca abandonemos la calle. Sánchez ha dado un golpe de Estado institucional y sólo la calle derribará el muro que ha puesto este individuo contra la civilización democrática. ¿Cuándo empezarán los «mitineros» de la llamada «sociedad civil» a organizar juntas locales y provinciales? ¿O es que prefieren montar algún partidillo de corte jacobino?