Artículo Original: El Debate
por: Daniel Berzosa es jurista y embajador de la Marca Ejército

Su Alteza Real Doña Leonor, Princesa de Asturias, se ha citado con la Historia este octubre. Además de sus principales obligaciones ordinarias, que, desde el 17 de agosto, gravitan en torno a su formación en la Academia General Militar, se añade, el último día del mes, cuando cumple dieciocho años, su juramento de fidelidad a la Constitución y al Rey ante las Cortes Generales, convocadas y reunidas en sesión extraordinaria para tal ocasión.

Antes de esta culminación única y decisiva, de importancia constitucional, política y simbólica singulares, ha realizado otros dos actos significativos en el ámbito castrense. El viernes, 6 de octubre, como es tradicional en el Ejército de Tierra, junto con los caballeros y las damas cadetes de primer curso, se encomendó a la Virgen del Pilar en su basílica catedral de Zaragoza.
Al día siguiente, ante Su Majestad el Rey, jefe del Estado y mando supremo de las Fuerzas Armadas, Su Majestad la Reina, sus compañeros y el público que abarrotaba las tribunas, pronunció su juramento a la bandera de España, con todo lo que ello implica para cualquiera y, de modo muy especial, para quien está llamada un día a ser la jefa del Estado y mando supremo de las Fuerzas Armadas.
Está claro que no hay mejor propósito que el servicio a los demás y que la milicia no es la única forma de servir a España, que lo es siempre a ella en sus ciudadanos; pero es sin duda una expresión de vocación de vida noble y poderosa. Por eso, Su Majestad, justo antes de concluir su alocución con un ¡viva España!, pronunciaba acertadamente esta precisa frase: «Gracias por querer servir de esta manera».
El Rey, como mando supremo de las Fuerzas Armadas y, naturalmente, como padre, estaba exultante. Como lo estábamos todos; ya fuera en el patio de armas de «La General»; ya fuera con los ojos y los oídos muy abiertos ante cualquier medio de comunicación desde cualquier lugar del mundo. «Unidos todos en un mismo espíritu» de celebración y enhorabuena. No solo palpitaba así la gran familia castrense, sino que éramos todos los españoles quienes vibrábamos de emoción, orgullo y esperanza.
Ver a todos esos jóvenes «de diferentes lugares de España, con edades, formación y perfiles diversos», formados y graves, ya estudiantes serios con un alto nivel académico y un espíritu de servicio que los dispone a comprometerse como militares «de manera libre, voluntaria y consciente, sin fecha de vencimiento» con España, nos conecta invisiblemente con la Historia y con lo porvenir, con los hilos de tantas generaciones que nos han precedido y con las que nos sucederán.
Doña Leonor, con su juramento, se ha adentrado solemnemente en un camino que le permitirá conocer y valorar el significado profundo del honor, el compañerismo, la lealtad, la disciplina, la dedicación, la integridad, la honestidad, la rectitud y el liderazgo. Valores no solo para la vida castrense, sino para toda persona que quiera dormir con paz y alegría hasta el último de sus días; valores que han de mantenerse y cultivarse de por vida. Todo ello, ayudará a la Heredera de la Corona, a sus compañeros y a cuantos los ejerciten a tener confianza y actuar con convicción y valentía frente a cualquier situación.
Y este juramento o promesa ante la bandera, y ese beso a la bandera, que, como recordó el Rey Don Felipe VI, es «símbolo que nos une a todos los españoles, representa el legado de una Nación construida con el esfuerzo de generaciones generaciones. Un patrimonio de inmenso valor, de siglos de historia compartida, repleta de desafíos, ilusiones y sacrificios de millones de personas».
La Princesa ha participado del compromiso leal con España y con todos los españoles; ha empeñado su palabra y su honor en ello, «con nuestra Constitución, con los valores y principios de la norma que garantiza nuestra convivencia democrática, y es la máxima expresión de nuestra unión». Ella y sus compañeros caballeros y damas cadetes han jurado, como hiciera Su Majestad hace treinta y ocho años, «cumplir fielmente [sus] obligaciones militares, guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, obedecer y respetar al Rey y a vuestros jefes, no abandonarlos nunca y, si preciso fuera, entregar vuestra vida en defensa de España… No hay un compromiso de entrega mayor».
Como no hay mejor forma de concluir este artículo que con las palabras que Su Majestad dirigió a la Princesa de Asturias: «Leonor, recuerda que el compromiso que has asumido conlleva la mayor responsabilidad con España. Sabes bien, como Princesa Heredera, que la Corona simboliza su unidad y su permanencia. Sé que el juramento solemne ante esta bandera y el cariño por esta tierra zaragozana y aragonesa que te acoge, formarán parte de tus mejores recuerdos. Sé que siempre tendrás presente que tu responsabilidad, en cualquier circunstancia y en todo momento, es servir a España con toda tu energía y determinación, con verdadera pasión».
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